Una sección con cuentos para pensar. Desde el convencimiento del poder sanador de las palabras expresadas a través de relatos, leemos cuentos que nos provoquen sentimientos y reacciones emocionales. Propongo actividades para realizar tras lalectura.Aqui va una muestra para hoy:
EL HUNDIMIENTO
(JAVIER AZNAR Vamos
a bailar 2017)
Pido el café para
llevar. Pago, deseo felices fiestas al dependiente, me doy una palmadita
imaginaria en la espalda por mi comportamiento cívico y salgo por la puerta. Y,
como en un cliché de una comedia romántica mala, me topo de bruces con Ella
mientras las campanitas de la puerta aún repican a mi espalda. Me saluda con
una mueca de sorpresa propia de ver a un fantasma y yo sonrío tímidamente con
mi cara de “Buenas tardes, señorita. No nos conocemos de nada. No nos hemos
vistos antes nunca. Seguiré mi camino con mi bigote, mis gafas y mi sombrero
postizos. Tenga usted una buena tarde. Feliz año nuevo. Y hasta nunca.” Me hago
el sueco y sigo andando. Y ando, Y ando. Sin mirar atrás.
Pero la conozco. Claro
que la conozco. Y tengo motivos de sobra para huir. Ella fue la causa de mi
hundimiento.
Hace
muchos años.
Tengo dieciséis años,
pájaros en la cabeza y unas New Balance recién estrenadas. Unas New Balance,
sí. Para que luego digan que la moda no es cíclica.
Cae la tarde en Santander y huele a tormenta. Hay
bandadas de estorninos revoloteando histéricos
perdidos. Cómo odio a esos pájaros. Pero a mí me da igual porque vengo
de comprarme unas New Balance y estoy exultante y ufano, con esa inexplicable
seguridad que le dan a un adolescente unas zapatillas nuevas. Estoy como un
niños con zapatos nuevos en el sentido más estricto y puro de la expresión. Me
estoy dirigiendo a clase de inglés. Llevo en el Discman un disco de The
Replacements. “Te vas a quedar sordo, te van a estallar un día los tímpanos”,
me repite siempre Tere, mi profesora de inglés.
La semana anterior
había conocido en una fiesta juvenil a una chica. A la chica. A los cinco minutos de estar hablando con ella, pensé que
tal vez podía estar ante la mujer de mi vida. Spoiler: no, no lo era.
Ya he dicho que tengo
dieciséis años, pájaros en la cabeza y unas New Balance recién estrenadas.
Voy andando por una
zona en obras -justo detrás de mi calle- pensando en mis cosas -”¿la volveré a
ver?”, “¿debería llamarla?”, “¿le intereso?” - al ritmo de The Replacements.
Y entonces, ¡oh,
bendita casualidad!, la veo. Está al otro lado de la calle. Tiene que ser una
señal divina.
There she was just walkin´down the street
Singin´, “Do you wah diddy, diddy, dum diddy do”.
Saludo levantando la
mano. Y me dispongo a cruzar la calle como si estuviéramos en 1954, ella fuera
mi novia viéndome en la grada y yo acabara de hacer un home run con los Tigers de Detroit. Sonrisa de ganador. Pose
estudiada.. Andares de galán. Pecho palomo. Elegancia carygrantiniana. Con el tumbao
que tienen los guapos al caminar.
Me voy acercando. Un
coche pasa silbando como un miura que con los pitones me rozara el muslo
torero. Me da igual. Soy invencible. Ya puede pasarme un tanque por
encima.Tengo unas New Balance nuevas y al otro lado de la calle está la chica
que me gusta. A mí el poelotón.
Soy el amo del mundo.
Soy Julio César cruzando el Rubicón. Soy Neil Amstrong dando un pequeño paso
para el hombre y uno grande para la humanidad.
Y la patata galopándome
entre las costillas. Patapam. Patapam.
Patapam. Estoy a apenas cinco pasos. Qué zancada tengo. Qué estilo. Estoy
imparable. Y entonces me hundo.
Me hundo.
Me hundo en el sentido
más literal de la expresión.
Porque acabo de caer
hasta la cintura en una zanja con cemento fresco. Y me hundo.
Soy el Titanic. Soy
España en el Mundial de Brasil. Soy Lehman Brothers en 2008. Soy las tropas
napoleónicas en San Petersburgo.
Desconozco si alguno
de ustedes, mis queridos lectores, ha tenido la oportunidad de nadar en
cemento, pero déjenme decirles que no es el medio más propicio para esta
práctica deportiva. Es como sumergirse en una especie de tanque con una miel
granulada y gris mezclada con arenas movedizas.
Pero volvamos a la
escena.
Cuando yo estoy metido
hasta la cintura, veo todo a cámara lenta. Veo la cara de horror de Ella. Veo a
los obreros con unos chalecos reflectantes gritándome. Veo a un niño con la
boca abierta, un balón en una mano y un bocadillo en la otra. Veo a una señora
mayor riéndose. (Espero que esté en la caja de pino ya, señora.)
-Pero ¿no has visto la
señal, chaval?” -me pregunta uno de los operarios que viene a
mi rescate.
-¿Qué
señal ni qué señal? -respondo con mi voz digna.
Me
giro y veo un cartel gigantesco con un NO PASAR enorme, un dibujo de un hombre
tachado y un Do not cross debajo,
erigido en plena calle como un tótem.
-Ah,
ese cartel.
Veo
que a Ella se le empieza a salir la risa por la boca. Yo no estoy enfadado.
Sigo adoptando una pose de naturalidad.. “Oh, sí, un chapuzón en cemento fresco
es lo mejor para favorecer la circulación”. Dos obreros me ayudan a salir
sacándome como a un becerro que se ha caído en el pozo. Ya no me queda nada de
dignidad. Creo que tendré que mudarme a una ciudad nueva y empezar de cero con un
nuevo nombre.
Cuando
estoy fuera, ella se ríe tan fuerte que me siento tentado de volver a
sumergirme en el cemento. Fuera caretas. Hablo un poco con ella fingiendo
naturalidad. Pero al poco tiempo noto que se empiezan a solidificar mis
pantalones. El cemento se está secando. ¿Y si se petrifican mis piernas aquí
mismo?
Echo
a correr en dirección a mi casa. Siento las piernas cada vez más rígidas y voy
salpicando de cemento a mi paso. Al llegar, mi madre me mira entre indulgente,
agobiada y preocupada mientras me arranco los pantalones. Una madre nunca
debería pasar por el trance de ayudar a su hijo a quitarse unos pantalones de
cemento. No se lo merece.
Por
supuesto, la chica pasó de mí tras el incidente del cemento. Yo ya me daba por
satisfecho con el hecho de que no estuviera en mi colegio. Con un poco de
suerte, solo tendría que estar esquivándola un par de años más y todos los
veranos del resto de mi vida.
La
zapatilla derecha recubierta de cemento de mis New Balance estuvo expuesta una
temporada en la cocina de casa como sifuera una obra de un escultor posmoderno
o la Bota de Oro de un futbolista.
Siempre
queremos ser distintos de lo que somos. Otras cosa. Cambiar. Mejorar. Crecer.
En las entrevistas de trabajo o en los perfiles de redes sociales nos vendemos
como algo que nunca fuimos. Una proyección de nuestras aspiraciones.
En
ciertas ocasiones, como cuando me ahogo en un vaso de agua por cualquier
nimiedad, pienso lo mucho que me gustaría volver a rescatar el disfraz de aquel
pimpollo de dieciséis años con unas New Balance al que ni el cemento le hundía.
PROPUESTA DE ACTIVIDADES PARA EL CUENTO: El hundimiento
1.
¿En qué época concreta del año se
encuentra el protagonista cuando se “topa de bruces con ELLA”? Señala alguna frase literal del texto que lo
muestre.
2. ¿Qué le sucedió al protagonista cuando tenía dieciséis años? ¿qué hizo Ella? ¿Y él? ¿Qué hubieras hecho tú en esa situación?
3. ¿Cómo se describe, que objeto destaca de su vestimenta y por qué crees que lo resalta?
4. Señala algún párrafo del cuento que revele la personalidad del protagonista.
5. ¿Te parece apropiado el título? ¿por qué se cae y se hunde en el cemento?
6. ¿Qué siente el protagonista de sí mismo al recordar su adolescencia?
7. En el texto hay muchas palabras que tal vez desconozcas porque se refieren a una época en la que no habías nacido. Señala las que más te hayan llamado la atención.
8. Haz una breve descripción del protagonista del cuento: cómo es físicamente y en cuanto a su manera de ser e intereses.
9. Relata una anécdota personal o inventada (actual o de la infancia) en la que por nerviosismo o timidez, “metes la pata”: ¿Qué te sucedió? ¿Por qué? Y cómo reaccionas o “sales” del problema.
10. Reescribe el cuento e Inventa un título diferente
2. ¿Qué le sucedió al protagonista cuando tenía dieciséis años? ¿qué hizo Ella? ¿Y él? ¿Qué hubieras hecho tú en esa situación?
3. ¿Cómo se describe, que objeto destaca de su vestimenta y por qué crees que lo resalta?
4. Señala algún párrafo del cuento que revele la personalidad del protagonista.
5. ¿Te parece apropiado el título? ¿por qué se cae y se hunde en el cemento?
6. ¿Qué siente el protagonista de sí mismo al recordar su adolescencia?
7. En el texto hay muchas palabras que tal vez desconozcas porque se refieren a una época en la que no habías nacido. Señala las que más te hayan llamado la atención.
8. Haz una breve descripción del protagonista del cuento: cómo es físicamente y en cuanto a su manera de ser e intereses.
9. Relata una anécdota personal o inventada (actual o de la infancia) en la que por nerviosismo o timidez, “metes la pata”: ¿Qué te sucedió? ¿Por qué? Y cómo reaccionas o “sales” del problema.
10. Reescribe el cuento e Inventa un título diferente
Todo pasa
Tú no eres nada de lo que pasa; eres “Eso” en lo que todo pasa.
Sabemos que todo es impermanente, porque hay “Algo” que es estable.
Todo pasa, porque hay “Algo” que no pasa.
Lo real no cambia; lo que cambia no es real.
Sabemos que todo es impermanente, porque hay “Algo” que es estable.
Todo pasa, porque hay “Algo” que no pasa.
Lo real no cambia; lo que cambia no es real.
Un
estudiante fue hasta su profesor de meditación y le dijo:
̶ ¡Mi meditación es horrible! Me distraigo completamente, mis piernas me duelen, o estoy constantemente quedándome dormido. ¡Es horrible!
̶ Ya pasará-, dijo irónicamente el profesor.
Una semana después, el estudiante volvió hasta su profesor:
̶ Mi meditación va de maravillas. Me siento tan consciente, tan apacible, tan vivo… ¡Es maravilloso!
̶ Ya pasará-, contestó irónicamente el profesor.
̶ ¡Mi meditación es horrible! Me distraigo completamente, mis piernas me duelen, o estoy constantemente quedándome dormido. ¡Es horrible!
̶ Ya pasará-, dijo irónicamente el profesor.
Una semana después, el estudiante volvió hasta su profesor:
̶ Mi meditación va de maravillas. Me siento tan consciente, tan apacible, tan vivo… ¡Es maravilloso!
̶ Ya pasará-, contestó irónicamente el profesor.
Es bueno recordar que todo
pasa. Las emociones no son permanentes. Hay momentos de alegría y momentos de
tristeza. El camino es aceptarlo como parte de nuestra naturaleza.