domingo, 17 de junio de 2018

Cuentoterapia


Una sección con cuentos para pensar.  Desde el convencimiento del poder sanador de las palabras expresadas a través de relatos, leemos cuentos que nos provoquen sentimientos y reacciones emocionales. Propongo actividades para realizar tras lalectura.Aqui va una muestra para hoy: 





EL HUNDIMIENTO
(JAVIER AZNAR Vamos a bailar 2017)

Pido el café para llevar. Pago, deseo felices fiestas al dependiente, me doy una palmadita imaginaria en la espalda por mi comportamiento cívico y salgo por la puerta. Y, como en un cliché de una comedia romántica mala, me topo de bruces con Ella mientras las campanitas de la puerta aún repican a mi espalda. Me saluda con una mueca de sorpresa propia de ver a un fantasma y yo sonrío tímidamente con mi cara de “Buenas tardes, señorita. No nos conocemos de nada. No nos hemos vistos antes nunca. Seguiré mi camino con mi bigote, mis gafas y mi sombrero postizos. Tenga usted una buena tarde. Feliz año nuevo. Y hasta nunca.” Me hago el sueco y sigo andando. Y ando, Y ando. Sin mirar atrás.
Pero la conozco. Claro que la conozco. Y tengo motivos de sobra para huir. Ella fue la causa de mi hundimiento.
Hace muchos años.
Tengo dieciséis años, pájaros en la cabeza y unas New Balance recién estrenadas. Unas New Balance, sí. Para que luego digan que la moda no es cíclica.
Cae la tarde en Santander y huele a tormenta. Hay bandadas de estorninos revoloteando histéricos  perdidos. Cómo odio a esos pájaros. Pero a mí me da igual porque vengo de comprarme unas New Balance y estoy exultante y ufano, con esa inexplicable seguridad que le dan a un adolescente unas zapatillas nuevas. Estoy como un niños con zapatos nuevos en el sentido más estricto y puro de la expresión. Me estoy dirigiendo a clase de inglés. Llevo en el Discman un disco de The Replacements. “Te vas a quedar sordo, te van a estallar un día los tímpanos”, me repite siempre Tere, mi profesora de inglés.
La semana anterior había conocido en una fiesta juvenil a una chica. A la chica. A los cinco minutos de estar hablando con ella, pensé que tal vez podía estar ante la mujer de mi vida. Spoiler: no, no lo era.
Ya he dicho que tengo dieciséis años, pájaros en la cabeza y unas New Balance recién estrenadas.
Voy andando por una zona en obras -justo detrás de mi calle- pensando en mis cosas -”¿la volveré a ver?”, “¿debería llamarla?”, “¿le intereso?” - al ritmo de The Replacements.
Y entonces, ¡oh, bendita casualidad!, la veo. Está al otro lado de la calle. Tiene que ser una señal divina.
There she was just walkin´down the street
Singin´, “Do you wah diddy, diddy, dum diddy do”.
Saludo levantando la mano. Y me dispongo a cruzar la calle como si estuviéramos en 1954, ella fuera mi novia viéndome en la grada y yo acabara de hacer un home run con los Tigers de Detroit. Sonrisa de ganador. Pose estudiada.. Andares de galán. Pecho palomo. Elegancia carygrantiniana. Con el tumbao que tienen los guapos al caminar.
Me voy acercando. Un coche pasa silbando como un miura que con los pitones me rozara el muslo torero. Me da igual. Soy invencible. Ya puede pasarme un tanque por encima.Tengo unas New Balance nuevas y al otro lado de la calle está la chica que me gusta. A mí el poelotón.
Soy el amo del mundo. Soy Julio César cruzando el Rubicón. Soy Neil Amstrong dando un pequeño paso para el hombre y uno grande para la humanidad.
Y la patata galopándome entre las costillas. Patapam. Patapam. Patapam. Estoy a apenas cinco pasos. Qué zancada tengo. Qué estilo. Estoy imparable. Y entonces me hundo.


Me hundo.
Me hundo en el sentido más literal de la expresión.
Porque acabo de caer hasta la cintura en una zanja con cemento fresco. Y me hundo.
Soy el Titanic. Soy España en el Mundial de Brasil. Soy Lehman Brothers en 2008. Soy las tropas napoleónicas en San Petersburgo.
Desconozco si alguno de ustedes, mis queridos lectores, ha tenido la oportunidad de nadar en cemento, pero déjenme decirles que no es el medio más propicio para esta práctica deportiva. Es como sumergirse en una especie de tanque con una miel granulada y gris mezclada con arenas movedizas.
Pero volvamos a la escena.
Cuando yo estoy metido hasta la cintura, veo todo a cámara lenta. Veo la cara de horror de Ella. Veo a los obreros con unos chalecos reflectantes gritándome. Veo a un niño con la boca abierta, un balón en una mano y un bocadillo en la otra. Veo a una señora mayor riéndose. (Espero que esté en la caja de pino ya, señora.)
-Pero ¿no has visto la señal, chaval?” -me pregunta uno de los operarios que viene a
mi rescate.
            -¿Qué señal ni qué señal? -respondo con mi voz digna.
            Me giro y veo un cartel gigantesco con un NO PASAR enorme, un dibujo de un hombre tachado y un Do not cross debajo, erigido en plena calle como un tótem.
            -Ah, ese cartel.
            Veo que a Ella se le empieza a salir la risa por la boca. Yo no estoy enfadado. Sigo adoptando una pose de naturalidad.. “Oh, sí, un chapuzón en cemento fresco es lo mejor para favorecer la circulación”. Dos obreros me ayudan a salir sacándome como a un becerro que se ha caído en el pozo. Ya no me queda nada de dignidad. Creo que tendré que mudarme a una ciudad nueva y empezar de cero con un nuevo nombre.
            Cuando estoy fuera, ella se ríe tan fuerte que me siento tentado de volver a sumergirme en el cemento. Fuera caretas. Hablo un poco con ella fingiendo naturalidad. Pero al poco tiempo noto que se empiezan a solidificar mis pantalones. El cemento se está secando. ¿Y si se petrifican mis piernas aquí mismo?
            Echo a correr en dirección a mi casa. Siento las piernas cada vez más rígidas y voy salpicando de cemento a mi paso. Al llegar, mi madre me mira entre indulgente, agobiada y preocupada mientras me arranco los pantalones. Una madre nunca debería pasar por el trance de ayudar a su hijo a quitarse unos pantalones de cemento. No se lo merece.
            Por supuesto, la chica pasó de mí tras el incidente del cemento. Yo ya me daba por satisfecho con el hecho de que no estuviera en mi colegio. Con un poco de suerte, solo tendría que estar esquivándola un par de años más y todos los veranos del resto de mi vida.
            La zapatilla derecha recubierta de cemento de mis New Balance estuvo expuesta una temporada en la cocina de casa como sifuera una obra de un escultor posmoderno o la Bota de Oro de un futbolista.
            Siempre queremos ser distintos de lo que somos. Otras cosa. Cambiar. Mejorar. Crecer. En las entrevistas de trabajo o en los perfiles de redes sociales nos vendemos como algo que nunca fuimos. Una proyección de nuestras aspiraciones.
            En ciertas ocasiones, como cuando me ahogo en un vaso de agua por cualquier nimiedad, pienso lo mucho que me gustaría volver a rescatar el disfraz de aquel pimpollo de dieciséis años con unas New Balance al que ni el cemento le hundía.


  PROPUESTA DE ACTIVIDADES PARA EL CUENTO: El hundimiento


1.       ¿En qué época concreta del año se encuentra el protagonista cuando se “topa de bruces con ELLA”?  Señala alguna frase literal del texto que lo muestre.
2.       ¿Qué  le sucedió al protagonista cuando tenía dieciséis  años? ¿qué hizo Ella? ¿Y él? ¿Qué hubieras hecho tú en esa situación?
3.       ¿Cómo se describe, que objeto destaca de su vestimenta y por qué crees que lo resalta?  
4.       Señala algún párrafo del cuento que revele la personalidad del protagonista.
5.       ¿Te parece apropiado el título? ¿por qué se cae y se hunde en el cemento?
6.       ¿Qué siente el protagonista de sí mismo al  recordar su adolescencia?
7.       En el texto hay muchas palabras  que  tal vez desconozcas porque se refieren a una época en la que no habías nacido. Señala las que más te hayan llamado la atención.
8.       Haz una breve descripción del protagonista del cuento: cómo es físicamente y en cuanto a su manera de ser e intereses.
9.        Relata una anécdota personal o inventada (actual o de la infancia) en la que por nerviosismo o timidez, “metes la pata”: ¿Qué  te sucedió? ¿Por qué? Y cómo reaccionas o “sales” del problema.
10.   Reescribe el cuento e Inventa un título diferente




Todo pasa


Tú no eres nada de lo que pasa; eres “Eso” en lo que todo pasa.
Sabemos que todo es impermanente, porque hay “Algo” que es estable.
Todo pasa, porque hay “Algo” que no pasa.
Lo real no cambia; lo que cambia no es real.






Un estudiante fue hasta su profesor de meditación y le dijo:
̶
¡Mi meditación es horrible! Me distraigo completamente, mis piernas me duelen, o estoy constantemente quedándome dormido. ¡Es horrible!
̶
Ya pasará-, dijo irónicamente el profesor.
Una semana después, el estudiante volvió hasta su profesor:
̶
Mi meditación va de maravillas. Me siento tan consciente, tan apacible, tan vivo… ¡Es maravilloso!
̶
Ya pasará-, contestó irónicamente el profesor.

Es bueno recordar que todo pasa. Las emociones no son permanentes. Hay momentos de alegría y momentos de tristeza. El camino es aceptarlo como parte de nuestra naturaleza.


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