martes, 31 de octubre de 2017

Cuentoterapia: Una herramienta para la autoayuda


Cuentos terapéuticos, cuentos que ayudan a comprender las emociones.


Siempre he creído en el maravilloso poder terapéutico de los cuentos... En este  apartado del blog seleccionaré cuentos que pueden ser útiles para contarlos a los adolescentes y conversar sobre lo que nos quieren transmitir.

Los cuentos son un instrumento de cambio para  el inconsciente.



Los cuentos son ricos en metáforas; es un lenguaje que se relaciona con el hemisferio cerebral derecho, que es el intuitivo, creativo, global, a diferencia del hemisferio izquierdo, que es lógico, racional y que es que utilizamos con más frecuencia.



  El hemisferio derecho, funciona por asociación de ideas, así sean absurdas o cómicas, con lo que se favorece el pensamiento lateral y la aparición de opciones que, parecen no existir para el pensamiento lógico.

  La metáfora, puede ser un recurso para que emerjan soluciones. El lenguaje simbólico de la misma, está dirigido a la mente inconsciente, a esa parte de la mente donde no solo encontramos material reprimido, sino que también hay gran cantidad de recursos y posibilidades (H. Erickson). 

De esta manera, cuando distraemos a la mente consciente con palabras e imágenes de los cuentos e historias, tal vez se está produciéndose una apertura que permite integrar ideas y soluciones alternativas.

¿Por qué los cuentos en la Orientación personal?

Los cuentos pueden ser  herramientas curativas, generan emociones, preguntas, cuestionamientos,  permiten acceder a comprensiones profundas y a recuperar la salud del alma, son como alimento para el alma, porque despiertan nuestra vida interior; se meten suavemente por las heridas del alma, susurrándonos nuevas posibilidades de plenitud para nuestra vida. 
  El cuento abre el campo de percepción del conflicto, consuela y nos brinda nuevas maneras de ver la situación, permite identificarse con el, aligerando la sensación de soledad (Ortín y Ballester).



Este cuento se utilizó como recurso para abordar una situación familiar de mucha violencia física. 


LOS POTROS SALVAJES
Por Diana Rico

Había una vez una familia de potros salvajes. Poseían pelajes preciosos y corrían por toda la comarca. Eran muy salvajes: pateaban, relinchaban y corrían desbocadamente. Así lo habían aprendido, pero en su interior sabían que había mejores formas para galopar.
Papá potro se burlaba e ignoraba a los demás; mamá yegua pateaba e insultaba; y los potrillos empezaban a aprender toda clase de suertes salvajes.
El que llevaba la mayor carga era el potrillo mayor, quien siempre estaba cargado de furia y trataba de reprender a sus hermanos potrillos. Era tarea ardua… no había descanso. El potrillo mayor dejaba de hacer las cosas de potrillos por estar pendiente de sus hermanos… era cansado y nunca estaba a gusto, nada le parecía bien y cada vez se tornaba más intolerante. Los potrillos menores se apoyaban y ayudaban entre sí; comenzaban a relinchar y a correr desbocadamente, pero estaban ávidos de aprender nuevas  formas de galopar.
Los potros salvajes vivían a la defensiva; siempre cuidando que el otro no les fuera a dar una patada y alertas de poder responder a los actos violentos de los demás. Era cansado vivir así, alertas para poder defenderse.



Querían pedir ayuda, pero no sabían cómo. La gran máquina de la cara cuadrada les sugirió ir a ver a la lechuza que vivía del otro lado de la comarca.
Era una lechuza sabia. Ya antes había ayudado a otros animales en sus problemas cotidianos. Ella los miró y los vio correr, una y otra vez. Posteriormente, dio un diagnóstico: era necesario aprender a trotar elegantemente. No era tarea fácil.
Hicieron muchos ejercicios para aprender a trotar: no había que subir la pata más allá de lo permitido; había que intentar entrar en ritmo; había que respirar y aprender a sentir las señales de su cuerpo; había que calmar la necesidad de correr desbocadamente (cada uno aprendería la forma personal de hacerlo); había que ensayar diferentes formas de trotar calmadamente… con clase y con ritmo.


Ensayaron una y otra vez… y de nuevo otra vez.
Ya a veces lograban trotar un poco elegantemente, pero de repente les salía lo salvaje y había que comenzar de nuevo. Había que ensayar mucho más.
Cuando la lechuza consideró que estaban capacitados para comenzar a trotar elegantemente, los hizo venir a su lugar una vez más y les regaló una pócima mágica que les ayudaría a poder pasar las demás pruebas que faltaban para poder lograr la tarea de trotar elegantemente, sin relinchar ni correr desbocadamente.
La pócima mágica contenía JUSTICIA, IGUALDAD, UNIDAD, RESPETO, FELICIDAD y, sobre todo, mucho AMOR.

Y para beberla había que aprender a no mirar la paja en el ojo ajeno, ser responsables de nuestros actos, ser tolerantes, aprender a controlarse; no descalificar, no golpear, no burlarse, aceptarse, ayudarse mutuamente, trabajar como equipo, llegar a acuerdos, respetarse, …


LOS POTROS SALVAJES ERAN INTELIGENTES. SABÍAN QUE HABÍA FORMAS PARA VIVIR MEJOR Y QUERÍAN  INTENTARLAS.
LOS POTROS SALVAJES POSEÍAN LO MÁS IMPORTANTE: EL AMOR.

NOTA: La forma en que fue leído el cuento fue la siguiente: La terapeuta les leyó la primera parte del cuento y antes de contarles lo que contenía la pócima mágica, hizo una pausa para preguntarle a la familia los ingredientes de la pócima mágica. Ellos proporcionaron sus ideas y posteriormente la terapeuta les contó el final del cuento.



Las ideas sobre los ingredientes de la pócima mágica que proporcionaron los miembros de la familia fueron las siguientes:
1 pizca de felicidad
2 Cucharada de amor (tolerancia, ayuda incondicional)
1 rama de unión
2 gotitas de comunicación
gotitas de orden
2 ojos de fuerza
2 Cucharadas de no descalificación, ni insultos
Esencia de unión
Bálsamo valioso
1 pizca de no violencia
1 lengua de aceptación
polvos mágicos
1 lengua de diálogo
1 diente de comprensión
gotitas de esencia de “valoración real” (dar valor justo a la situación; no ser explosivos)
Reconocimiento de hacerla, usarla y tomarla.


Para saber más:
http://terapianarrativacoyoacan.blogspot.com.es/2012/03/terapia-narrativa-y-cuentos.html







Cuento  "El Búho y la lechuza"


  Un día de primavera, sobre las ramas de los árboles del bosque, una lechuza se encontró con un búho que era muy famoso por su sabiduría.

- ¿Adónde vas?, le preguntó el búho.

- Me estoy mudando al Este – respondió la lechuza

- ¿Por qué? – preguntó el búho.

- A lo que la lechuza contentó: “a la gente de aquí, no le gusta mi graznido, y por ello, sólo tengo problemas con los demás, por eso quiero irme a otro lugar”.

- El búho sabio contestó: “si quieres cambiar tu voz, estará muy bien. Pero aunque vayas al Este, dará lo mismo, porque a la gente de allí, tampoco le gustará. Acuérdate querida que, por más que cambies y sustituyas en el exterior, tu graznido te perseguirá, ya que:
 


“LAS VERDADERAS CLAVES DEL CAMBIO ESTÁN EN TU INTERIOR.” 




Después de contar el cuento podemos conversar en torno a la toma de conciencia de que el cambio  que deseamos solo se puede producir desde nosotros mismos:


“Donde quiera que vayas, ahí estás”. 
  No podemos escapar de nada. Las cosas, las situaciones, a las que no queremos enfrentarnos, o que pretendemos huir de ellas, o disimular, o hacer como que no existen, nos persiguen, especialmente si tienen relación con antiguos patrones y temores.

  Vivimos en la ilusión que si las cosas no funcionan bien, es suficiente con cambiar el rumbo, la dirección, y entonces, todo cambiará.

  Por ejemplo, si no nos satisface el trabajo, pensamos que solo cambiando de empleo se solucionará la insatisfacción, si tenemos conflictos con nuestra pareja, creemos que cambiando de pareja, ya está resuelto el problema; si lo que no nos gusta es a ciudad, pensamos que cambiando de sitio ya está solucionado el inconveniente, y así con todas las cosas, buscamos las soluciones cambiando el afuera, porque creemos que el problema está fuera de nosotros, culpamos al lugar, a las personas, al trabajo, a la pareja, a las circunstancias, y creemos que cambiándolas podemos volver a empezar y tener éxito.

  Es cierto que a veces conviene cambiar un trabajo, un lugar, que a veces las relaciones terminan, etc. , pero el inconveniente reside en que no se tiene en cuenta que nos llevamos con nosotros nuestra mente y nuestro corazón, además de lo que algunos denominan nuestro “karma”. Por mucho que lo intentemos, que huyamos, que lo neguemos, no podemos escapar de nosotros mismos. Y al realizar cualquier cambio “afuera” tarde o temprano, emergerán los mismos problemas, porque tienen que ver con patrones aprendidos y grabados muchos de ellos en la niñez, tiene que ver con nuestros condicionamientos, nuestra manera de ver, de pensar, de interactuar con el mundo.

  Muchas veces, nuestra vida “no funciona” porque no nos hacemos responsables ante el hecho que las cosas son como son y a partir de esa aceptación, trabajar con las dificultades; por muy problemática que sea la situación, no entendemos que es posible poder ver con claridad, comprender y llegar a transformar lo que hay en el aquí y ahora. Pero generalmente resulta más fácil y menos amenazador para nuestro ego proyectar nuestra responsabilidad ante los problemas en las otras personas y en el entorno, porque generalmente, resulta más fácil ver los “defectos” en los demás, culpabilizar al otro y creer que la solución es que se produzca un cambio en el exterior, huyendo de las fuerzas que nos retienen y que impiden que crezcamos y encontremos la felicidad.

  A veces, no culpamos al otro, sino que nos culpamos a nosotros mismos, y es otra manera de huir de nuestra responsabilidad, escapar pensando que el problema que hemos creado o el daño que hemos hecho no tiene solución, no se puede reparar.

  Pero tanto si culpamos al otro, como si nos culpamos a nosotros mismos, creemos que somos incapaces de cambiar de verdad, de crecer, y que debemos quitarnos de en medio para que los demás no sufran.

  Esta manera victimista de ver la vida, la podemos observar por todas partes, sólo basta con ver las relaciones rotas, gente que va de un trabajo al otro, de una relación a otra buscando la esperanza de una persona “adecuada”, un trabajo “ideal”, un lugar “adecuado”, el libro o el curso que solucionará el problema, o bien personas que se encierran en sí mismas, sintiéndose indignas de ser amadas, sintiéndose desesperadas e incluso dejando de buscar la paz interior.

  La verdadera solución está en observar el funcionamiento de la mente, darse cuenta de la manera de funcionar mecánica y condicionada de la mente y aprender a tomar distancia, a desindentificarse de patrones mentales que ya no son útiles, todo un trabajo interno de autoconocimiento, la herramienta que nos puede ayudar es la atención plena (la meditación), que nos permite tomar esa distancia interna y observar aceptando “lo que hay” y a partir de ahí utilizar el problema como una oportunidad de crecimiento, de ser más íntegros, teniendo en cuenta la transitoriedad de todo en esta vida, que “todo pasa”; que en la vida hay opuestos, que el dolor forma parte de la vida tanto como el placer, y no conviene huir de uno y perseguir el otro….
  Se trata de trabajar donde quiera que estemos, con lo que tengamos en el aquí y ahora, esto es lo que hay….este lugar, esta situación, este conflicto, este trabajo, hacer todo lo que esté a nuestro alcance por transformarnos a nosotros mismos antes de decidir cortar por lo sano y pasar a otra cosa.

  Tengamos en cuenta que siempre habrá algo que puede no gustarnos, entonces podríamos plantearnos ¿porqué no soltar y aceptar que también que podríamos estar cómodos dondequiera que estemos? En ese momento entramos en contacto con la esencia de nuestro ser e invitamos a la atención plena a entrar y a “curarnos”.

                                                                           Inspirado en John Kabat Zinn




Mas cuentos sanadores...

Aqui encontrarás una recopilación de cuentos que invitan a reflexionar y tomar  conciencia sobre diversas cuestiones de la vida.Desde  tiempos remotos, las personas y comunidades  han utilizado cuentos  para transmitir sabiduría. Hay cuentos que, en algunos momentos de nuestra vida pueden llegar  a ser un pequeño instrumento para ayudar a abrir las puertas al conocimiento de nosotros mismos a través de la reflexión, a alcanzar nuestro potencial, a afrontar un problema y favorecer un cambio positivo en nuestra vida.



La Vaca



Hace muchos años, un estudiante norteamericano con muchos deseos de aprender decidió ir a un monasterio en el Tíbet en el que le iban a enseñar los secretos para vivir una vida próspera y feliz.
Un día, su maestro le dijo que iban a viajar. El aspirante muy ilusionado se preparó para ello. Estuvieron andando unos cuantos días y finalmente, tras una curva del camino en aquellas montañas, llegaron a un lugar triste y desolador dónde vivía una familia muy humilde en un pequeño caserío, en medio de un terreno baldío. Les pidieron alojamiento y comida y la humilde familia les acogió y compartieron con ellos lo que tenían. El estudiante les preguntó que cómo podían subsistir en aquellas circunstancias y el cabeza de familia le dijo:
-“Pues.. tenemos una vaca con la que vamos tirando”.
El aspirante le miró con interrogación y el hombre continúo
– ” La vaca nos da todo lo que necesitamos, nos da leche, nos da queso que luego cambiamos por otra comida, y ya está”.
Aquella noche, el estudiante le comentó al maestro las ganas que sentía de poder ayudar de alguna manera a aquella familia. Y le preguntó cómo podría hacerlo.

El maestro le preguntó si realmente estaba dispuesto a ayudarles.
-“Por supuesto”, dijo el estudiante
-“Entonces, ahora, cuando estén dormidos, tira la vaca por el barranco”
El aspirante asombrado contestó
-” Pero …¿cómo voy a hacer eso? ¿Qué lección es esa que dejará a esta familia en la ruina total? La vaca es lo único que tienen para subsistir! “.
El monje no dijo nada, dio la vuelta y se fue.
El estudiante estuvo mucho tiempo pensando qué debía hacer, y como respetaba mucho a su maestro, fue a buscar a la vaca y la espantó una y otra vez hasta conseguir que se cayera por el barranco.
Sintió tanta culpabilidad que se fue y ya no volvió al monasterio. Regreso a Estados Unidos y muchos días pensó en aquella pobre familia a la que había dejado sin su sustento. Así que siguió pensando y decidió ahorrar para algún día regresar al Tíbet y comprarles una vaca. Se sentía muy culpable.
Al cabo de dos años, después de trabajar duramente y reunir el dinero para comprar la vaca, el aspirante volvió a aquel lugar perdido en las montañas. Llegó al lugar y le costó reconocer la granja. Al girar en la curva del camino, donde estaba aquél edificio oscuro y lleno de desperfectos rodeado de tierras abandonadas, había ahora una hermosa mansión bien cuidada, con terrenos sembrados, rodeada de un cercado, con muchas personas trabajando en una plantación de algodón, también había un gran huerto, un lago y patos nadando en el.
Era obvio que la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado fuerte para aquella familia, quienes seguramente habían tenido que abandonar aquel lugar y ahora, una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de aquel lugar y había construido una mejor vivienda. Se acercó al hombre que estaba sentado en la entrada de la finca. Temiendo lo peor, se le hizo un nudo en la garganta, pero tomo impulso y preguntó
-” Perdone, yo buscaba información de los antiguos dueños de este terreno, una familia muy humilde ¿sabría usted que fue de ellos?
El hombre le miró y dijo,
-” Sí, sí, aquí siguen”.
– “No, no. Yo me refiero a unas campesinos que solo tenían una vaca para vender su leche y vivir de eso”.
– “Le digo que aquí siguen”.
El hombre le acompañó hasta la puerta de la granja, donde se encontró a aquel hombre que le había brindado su hospitalidad años atrás. Parecía incluso más joven. El hombre lo reconoció enseguida.
-“Hombre, qué alegría verle de nuevo por aquí”.
El estudiante lo miró y dijo
-“pero.. Hace dos años, en mi visita por aquí, fui testigo de la profunda pobreza en que ustedes se encontraban. ¿Qué ocurrió durante estos años para que todo esto cambiara? ”
El señor le dijo
-” Pues mire, poco después de su visita, la vaca de la que vivíamos desapareció. Al principio nos preocupamos mucho, ¿de qué íbamos a vivir? y entonces tuvimos que pensar. La angustia y la desesperación ante el invierno que se acercaba nos llevó a buscar otra forma de ganarse la vida. Cambiamos con los vecinos parte de la leche y el queso que nos quedaba por harina, verduras y algunas semillas de algodón.
Vimos que nuestra tierra era muy buena para plantar algodón, así que limpiamos y aramos el terreno y comenzamos una pequeña plantación, que floreció enseguida. Con el algodón comenzamos a crear hilaturas y telas y empezamos a hacer intercambio por alimentos, y el resto lo vendíamos en los mercados. Con el dinero que ganamos compramos algo de ganado, y los vendíamos, con ese dinero pudimos ampliar la casa y también plantamos verduras y comenzamos esta huerta y.. ya ve! Nos ha ido muy bien. Vamos. ¡Que fue una suerte que desapareciera la vaca!”
El discípulo estaba estupefacto y no dejaba de admirar a su Maestro aunque ya estuviera muerto. Se dio cuenta y pudo entender, aprender y sobre todo perdonar.
Ya veis .. ¡a veces es necesario tirar la vaca por el barranco! El problema está en conseguir identificar la vaca…
La moraleja en el libro era diferente de la mía. La vaca para el autor, Camilo Cruz, es un símbolo de aquellas ideas, excusas, falsas creencias y justificaciones que nos mantienen atados a la mediocridad, dándonos un falso sentido de estar bien cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades por descubrir. El autor explica que La vaca simboliza todo aquello que te mantiene atado al lugar disfuncional o insano donde estás, a pesar de que no quisieras estar ahí.
¿Cuál es tu Vaca?. ¿No te animas a tirar tu vaca por una mejor forma de vida?

Dos de diciembre, tarde de cuentos...

Un cuento muy sugerente y relacionado con lo que nos sucede frecuentemente: sentirnos decepcionados, fustrados e irascibles porque nuestros deseos nos impiden ver la realidad y mucho menos aceptarla:


Los caramelos

Un niño, que se paraba siempre delante del escaparate de la pastelería, decidió un día entrar dentro para ver más de cerca los dulces , caramelos y chucherías que estaban a la venta. De todo lo que allí se vendía  lo que atrajo más su mirada fue un bote de cristal repleto de caramelos de brillantes colores. El dueño de la tienda, un aciano muy amable, vio al niño que no podía apartar la mirada de aquel frasco y le dijo:

“mete tu mano en ese recipiente y todos los caramelos que puedas coger serán para ti”

La cara del niño se iluminó con una amplia sonrisa y no tardó en introducir su manita dentro del frasco cogiendo un gran puñado de caramelos de todos los sabores: naranja, fresa, piña, limón, dulce de leche……Sin embargo, la alegría se convirtió en enfado en segundos. Y es que, tras atrapar una gran cantidad de caramelos en su mano, no lograba sacarla por el cuello del recipiente. El anciano intentó convencer al niño de que si no se conformaba con la mitad de los caramelos, no podría sacar ninguno, pero el niño lloró y lloró desconsolado sin conseguir sacar todos los que quería.

Al igual que en esta historia, muchas veces nuestro egoísmo nos acaba causando problemas que no existirían si nos mostrásemos menos ambiciosos e inconformistas. Si consiguiéramos ver la realidad  y adaptarnos a ella más que a nuestros deseos.




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